viernes, 18 de noviembre de 2016

Juego de Niños (Guido Tamayo)

Guido Tamayo



“Juegos de Niños” es la segunda novela del escritor, profesor y gestor cultural colombiano, Guido Tamayo. Guido, quien también ha escrito cuentos y ensayos, en esta oportunidad se sumerge en un breve, sentido, oscuro y bello retrato sobre la infancia.

Narrado a través de distintas voces y perspectivas, especialmente desde el punto de vista de los niños: Fernando, Miguel y Lucho, en donde cada pequeño capítulo tiene de título uno de los nombres de los personajes. Y entre cada uno de ellos se cambia la voz entre la primera y tercera persona, teniendo mayor protagonismo la primera persona, en los personajes de Miguel y Fernando. Los tres niños son hermanos, uno de ellos, Fernando, es adoptado. Un día llegó una mujer y lo dejó a merced de la familia, ya que ella no podía mantenerlo. Fernando, es un niño con apariencia de viejo, con problemas físicos y una pronunciada joroba que lo hace sentirse y ser diferente. Sus nuevos hermanos y su nueva madre lo acogen y lo protegen, ante la antipatía del padre de familia, que también es un eje disfuncional con el resto de sus miembros. 

Pero, aunque los padres y los mayores son importantes en el relato, la narración y perspectiva predominante es de los niños, de su visión del mundo, de los pre adolescentes que van cambiando, a la vez que cambian sus intereses y deseos. Entre los mayores hay un personaje muy importante: Isabel. La empleada de la casa y objeto del deseo de los jóvenes. Quien además es la fuente de inspiración de varios de los fragmentos más bellos del libro, donde queda en evidencia la inocencia y la belleza de los primeros atisbos del amor y del deseo. 

El libro me pareció muy bello. La prosa de Guido tiene un inherente ritmo poético. Y sus construcciones, y el retrato que hace de la infancia, es de una inocencia, una sencillez y una belleza arrebatadora. A la vez, que es triste, gris y se permite transitar por los dramas familiares, y los dramas despertados en consecuencia a la perdida de la inocencia, y cuando afloran los más oscuros sentimientos humanos en la infancia.

La estructura de la novela tiene otros detalles que me pareció muy interesante, y es la ilustración de varios crucigramas en distintos capítulos. Crucigramas por resolver, que al revisarlos te van dando pistas de lo que se va desvelando en la trama, e incluso detalles premonitorios que te van iluminando un camino sobre su cierre. Porque como todo lo que son los recuerdos, no siempre se recuerda todo, no siempre se dice todo… y en esta lectura queda desvelada esa sensación por el mismo narrador. El detalle de los crucigramas también tiene que ver con la afición de Fernando a buscar las palabras en el diccionario.    

Los momentos y recuerdos de infancia son iluminados por un halo de nostalgia y humanidad, mientras que el tiempo se hace presente y deja reconocer la condición de los hechos, como memorias y representaciones del pasado… que ya se fue y no volverá. Sólo quedará revivirlo.  

Sin dudas, una lectura muy recomendable, es realmente muy corto y sencillo de leer, pero su sencillez es equilibrada por la profundidad emocional que contiene, por su prosa poética, y por sus bellos y complejos personajes. Un luminoso, sencillo y profundo retrato de la institución base de la sociedad: la familia, y de la etapa más determinante, bella y dolorosa que atraviesan sus más pequeños miembros: la infancia, y con ella, la inocencia… y su irremediable perdida.  

8/10


Fragmentos de la novela: 

1.
"No teníamos primas. 
Las mujeres eran para nosotros un enigma que de vez en cuando intuíamos parcialmente en la existencia de Isabel. Pero de eso hablaremos después. En consecuencia, y por iniciativa de Lucho, ¡cómo no!, habíamos decidido salir a buscar mujeres en las calles, a acercarnos a su misterio, a intentar saber por qué estaban en el mundo. Lo primero que habíamos hecho era preguntarnos qué queríamos de ellas. La respuesta había sido rápida y sin pudores: queríamos acariciarlas. Ninguno de nosotros había confesado que esa pulsión por tocarlas había nacido de la contemplación de Isabel. Ella era, hasta el momento y sin exageración, todas las mujeres. Pensamos sin pensar que ella las resumía a todas como un árbol cifra el bosque entero e inmenso e inabarcable".

(Juego de niños, de Guido Tamayo)



2.
“Lo tercero, y curiosamente más sencillo, sería escoger la víctima. Todas nos gustaban, quizá preferíamos una u otra de manera instintiva, pero a menos que hubiera alguna indiscutiblemente monstruosa, todas nos atraían. Con el tiempo nos fuimos decantando: por ejemplo, el menor de mis primos –un romántico precoz- introducía su mano bajo sus faldas pero en realidad buscaba sus rostros y en ellos sus ojos; sin exagerar, habría preferido mirarlas un momento de frente que escurrirse bajo sus faldas. Otro de ellos sentía debilidad por las pequeñas, presentía que concentraban mejor sus pasiones en un cuerpo menudo y, cómo decirlo, maleable, que las espigadas y por eso sosas, desapasionadas. En eso divergía de su hermano mayor, que temblaba de excitación por esos cuerpos lánguidos, longilíneos, extensos, extensos y delgados como un riachuelo. Yo me inclinaba más por las gorditas, apreciaba más sus formas redondas, el imaginado placer de sumergirme en sus carnes hasta perder la conciencia…” 

(Juego de niños, de Guido Tamayo)



3.
“Isabel se desvaneció un día de nuestras vidas como si hubiera estado hecha de algún aroma transitorio y no de carne y hueso y deseo perdurables. No supimos en qué momento se disolvió y por eso no pudimos saber por qué se había ido ni a dónde ni con quien. Simplemente se evaporó y al darnos cuenta de su ausencia envejecimos por primera vez. Ya no seríamos los mismos desde entonces. Ahora, desde esta distancia imprecisa mal llamada madurez, me pregunto si Isabel no fue un invento de todos nosotros, de los primos y mi hermano, de Fernando, o un invento mío para, como con un terrón de azúcar, dulcificar la memoria de nuestras primeras pasiones”

(Juego de niños, de Guido Tamayo)



4.
“La verdad, esa palabreja tan corta y falsa, tan engreída, tan funesta.
Nunca ninguno de nosotros ha fallado a la cita. Venimos todos con los rostros adustos como si en vez de asistir a un rito convencional, a un duelo dilatado en los años –aunque ya a estas alturas un tanto exagerado-, viniéramos a rendir cuentas sobre nuestras vidas. Y en parte es cierto. Hoy, con la incondicional colaboración del tiempo y el apoyo de nuestra habitual cobardía, nos hemos convertido ya en los seres humanos que nunca quisimos ser. Hemos logrado a pulso y perseverancia vencer nuestros más profundos deseos para ceder a la comodidad de no poseer ilusiones. Somos lo que somos; hemos conquistado la mediocridad”. 

(Juego de niños, de Guido Tamayo) 




Guido Tamayo

2 comentarios :

  1. Excelente reseña, como todas las tuyas.

    El desarrollo de la vertiginosa trama policiaca de "La tabla de Flandes", de Pérez Reverté, puede seguirse, en parte, con la ayuda de los varios tableros de ajedrez diseminados en otras tantas páginas de la obra.
    Ray.

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    1. Gracias Ray! Aún no he leído La tabla de Flandes. La buscaré!

      Saludos!
      A.S.B

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