jueves, 9 de febrero de 2017

Un mundo huérfano (Giuseppe Caputo)

Giuseppe Caputo




Al empezar a leer “Un mundo huérfano”, la primera novela del escritor colombiano Giuseppe Caputo, tienes la sensación de entrar en un nuevo universo… o un nuevo mundo. Uno muy particular, íntimo, luminoso, sensible, onírico y simbólico, en donde el único vehículo conductor parecen ser las emociones predominantes, cíclicas y profundas del joven protagonista. 

Contando la sencilla historia de un Padre y un Hijo, que viven en un barrio oscuro a orillas del mar, en medio de la pobreza, pero también del inmenso amor que se tienen el uno con el otro. Parecería con esa sinopsis, una historia de superación trillada, pero “Un mundo huérfano”, me ha parecido una historia con mirada inocente, tierna, infantil, y a la vez pícara y pasional sobre la bella relación de un joven con su padre en medio de la pobreza, que desde la perspectiva del joven, nos permite ingresar en sus pensamientos, en su intimidad, en sus deseos, tristezas, dolores y anhelos. 

La estructura del libro no es lineal, y presenta una mezcla de varios elementos, lo que es un riesgo y a la vez un reto para el lector común, que puede perder el hilo fácilmente. Por lo que recomendaría dejarse llevar por el río de palabras, recuerdos, emociones e imágenes que inundan su lectura. Así como el mismo autor menciona en un fragmento:

“En la plaza, la multitud se ha vuelto un río que desemboca en la luna: las personas entran por la puerta que separa y conecta a la calle con la pista, y al hacerlo –como antes, como siempre-, la luna se vuelve su mitad. El río fluye, aunque lento. Yo soy parte de ese río.”

Me encontré también con cambios abruptos en la narración, que demuestran un buen oficio como narrador por parte del autor. Por ejemplo, la historia sigue con la estructura viva y cambiante, y de repente dice: “Y luego, un recuerdo”. Deteniendo con esto el ritmo voraz de la narración (porque la novela en su mayor parte tiene un ritmo muy intenso, no solo en la sucesión de hechos, sino en el uso de los múltiples elementos en que se apoya, ya sea en imágenes, símbolos o emociones). Y en el preciso momento que utiliza esa frase que escribí anteriormente en comillas, te detiene en seco, y en otras pocas frases te deja un bello, y ese caso, triste recuerdo del pasado.

En cuanto a las referencias, aunque el tratamiento de la novela es muy original, hay momentos que me recordaron a obras y autores que aprecio mucho. Como:

“Con la construcción de la ciudad de hierro el barrio fue cambiando, como cambió la casa nuestra. Si a nuestra casa llegó comida, al barrio llegó la luz: surgía de los faroles que en un momento contuvieron cabezas; también de los postes que fueron levantando a lo largo de las calles. Y si a la casa llegó un televisor encendido, lleno de paisajes y personas distintas, al barrio también llegó lo mismo. Como dijo mi padre una noche: “Al llegar la luz, los paisajes no fueron más la oscuridad”. Los paisajes fueron paisajes.”

Esta parte bellísima, como muchas otras del libro, para mí tienen la magia, la poesía, el ritmo, precisión, contundencia y economía de palabras, que tenía el gran Gabo. Y la parte del bar El Baboso, con sus pintorescos personajes, me recordó un poco a La conjura de los necios, preciso en escenas del bar también, y los personajes que son tan bellamente dibujados, con humor, humanidad y sin rastros caricaturescos.   

En síntesis, me parece una muy buena novela (primera novela), estimulante, refrescante, que se atreve a jugar con las palabras y la narración tradicional, y especialmente, muy emotiva… especialmente en su última parte, que me tocó muy hondo personalmente, porque hace muy poco tiempo tuve una experiencia muy similar con un amigo muy querido. Esa parte final, sigue la propuesta del autor, es emotiva, íntima, muy triste pero a la vez luminosa, como debe ser, y es la vida… con claroscuros. Felicito a Giuseppe, y espero muy ansioso su siguiente trabajo. Y por último, comparto otra bella frase del libro:

“Eso hacíamos algunas noches: recordar la posibilidad de la violencia mientras aprendíamos que afuera, a millones de años luz, existían lugares de belleza inverosímil”.

(Un mundo huérfano, Giuseppe Caputo)


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